Ella entregó sus mejores años de juventud al hombre
que amó profundamente.
Tardó años en darse cuenta de que ese
sentimiento había muerto muchos antes de asumirlo y solo estaba con él por
miedo. Miedo a él y miedo a la vida.
Más tarde comprendió que todo lo que había vivido,
cada lágrima derramada junto a él, cobraban sentido cuando disfrutaba mirando a
su hijo jugar, dormir, sentir su cálida piel y su respirar. Agradecida por fin
de la vida y, de que esa pequeña vida la había liberado por fin.
LIBERTAD
Que preciada palabra… y anhelada. Un despertar, un
renacer, un comienzo.
Una partida que si bien no sería fácil era la
oportunidad que tenía.
Invadida de sueños, dio sus primeros pasos,
probó una y otra vez, siempre enfocada en lo que siempre le gustaba y
esperanzada en que esto diera frutos que finalmente no resultaron ser los
esperados.
Los años transcurrían y su hijo estaba creciendo. El
tiempo debía ser su amigo, de lo contrario su estabilidad económica no
mejoraría.
Entonces decidió que era tiempo de cambiar de curso un
giro de 180°. Probar un nuevo rubro totalmente opuesto a sus gustos, pero que
resultaron darle la oportunidad de descubrir nuevas habilidades y hacerla
crecer y sentir que era capaz de cualquier cosa.
Cerró los ojos y se tiró al vacío, absolutamente
confiada en que la vida le entregaría oportunidades, alegrías, realización, paz
y amor.
Si…las oportunidades se dan solo una vez, hay
que estar atento a ellas y cogerlas antes que otro lo haga. Las oportunidades
siempre están, rozando nuestra nariz y sin embargo no las vemos porque estamos
enfocando hacia nuestros sueños, cuando en realidad debemos aprender a tener
una mirada macro, que nos abre puertas inesperadas.
Y quienes te rodean y te
aman de verdad, siempre apoyarán tus decisiones y estarán contigo a pesar de la
distancia.
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